Mundos íntimos. Hace poco me mudé a Buenos Aires. Todo fue bien, pero me asombró que la gente no se mire a los ojos.

Sociedad
Lectura

Sigo estudiando. El ruido metálico del tren San Martín entra por el balcón, entre las plantas. Coloniza el viento. La locomotora, los vagones, los rieles, el maquinista, los autos esperando ansiosos

que se levante la barrera, alguna moto pasando por el costado, las personas chocándose en el andén, las hojas del otoño, los que entran no dejando bajar a los que salen, los insultos, el silbato del guardia, los vendedores que con sus cajas pasan entre la gente, alguien que pide para poder comer esta noche. Puedo verlo todo con tan solo escuchar el ruido. Estoy en el tren, de pronto, aunque esté aquí frente al mate, Borges y al libro de Dermatología también estoy en el tren. Miro como se ve desde la ventanilla el cementerio de la Chacarita, escucho como un niño se asoma y le pregunta a su madre por ese centenar de cruces uniformes incrustadas en la tierra, veo como la madre lo distrae con un juego del celular para evitar la pregunta sobre la muerte.