Con el Jogo bonito, los cracks legendarios, la cantera inagotable y cinco tÃtulos mundiales, Brasil se ganó la reputación del âpaÃs del fútbolâ. ¿Pero la tierra del rey Pelé aún merece
este apodo?
Si una vez el mundo se rindió a los pies del juego pÃcaro y osado del eterno 10, asà como de Garrincha y Ronaldinho Gáucho, la Canarinha actual es muy criticada por ser incapaz de traer a casa la Copa del Mundo desde 2002 y el Balón de Oro desde 2007 con Kaká.
âVivimos una baja. Antes tenÃamos más atletas de alto nivelâ, dijo recientemente Edinho, hijo mayor del fallecido Pelé. La crisis no escapa tampoco al presidente Luiz Inácio âLulaâ da Silva, que reconoce que su patria âya no hace el mejor fútbol del mundoâ.
¿Qué pasó con la que fue la carta de presentación de Brasil desde la primera conquista mundial, en 1958? En primer lugar, el fútbol callejero, de donde salieron muchas leyendas brasileñas como Rivellino, Zico y Romário, está en vÃas de desaparición.
Niños y jóvenes ya no juegan a la pelota como lo hicieron durante décadas hasta que el sol se escondÃa en playas, barrizales y potreros.
âYa no hay nadie jugando en las calles. No se oyen historias de un pelotazo que rompió el vidrio de la casa de la vecinaâ, lamenta Lauro Nascimento, en el entretiempo de un partido de su club, el Aurora, en el norte de San Pablo.
âAntes cualquier espacio libre era suficiente para hacer del fútbol una iniciación. Hoy son vistos como un excelente terreno para construirâ, apunta la historiadora deportiva Aira Bonfim, para quien la inseguridad urbana también alejó a los jóvenes de practicar el deporte rey.
Manchado por el lodo azafranado y con su uniforme auriazul, Nascimento juega en uno de los pocos potreros que sobreviven en el norte de Sao Paulo. Ãl y sus amigos abonan 160 dólares mensuales.
Tener que pagar supone además una barrera para las clases bajas, semilleros históricos de los mejores jugadores. Los niños pobres quedan a merced de las escuelas de fútbol gratuitas (apenas una de cada cinco es gratis, según un estudio independiente de 2021).
Brasil sigue siendo el principal exportador y productor de futbolistas, pero recibe menos dinero por sus ventas.
En 2023 se pagaron 935,3 millones de dólares por 2.375 brasileños, un 19% menos que lo desembolsado por los 1.753 negociados en 2018, según informes de la FIFA.
El retroceso puede explicarse por el auge de las contrataciones de agentes libres o las ventas precoces de jugadores a Europa (más jóvenes, más baratos).
Pero también por la dificultad de hallar astros que se diferencien en un fútbol cada vez más homogéneo, que prioriza la táctica basada en el modelo europeo.
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