CANTAR DE BANDOLEROS EN AMÉRICA LATINA.
El chamamé Yaguá Perdíz, con letra de Bosquín Ortega y música de Zitto Segovia, fue reconocido y recopilado en Cantar de Bandoleros (Chantar le bandit en Amerique Latine), con el subtítulo de Baladas et complaints d´América Latina, una investigación académica sobre el fenómeno de los bandoleros rurales en el continente, a principios del siglo pasado.
El libro es autoría compartida entre Enrique Flores, catedrático de la Universidad Autónoma de México y Jacques Gilard, docente de la Universidad de Toulousse-Le Mirail, de Francia, publicada por ésta última casa de estudios, situada en 5, Alle ´es, Antonio Machado (31058). Su texto puede consultarse en books.google.com.ar, bajo el título original.
La galería de retratos de los bandidos sociales, término acuñado por Eric Hobsbawm, gauchipolíticos o gauchillos fuera de la ley, que corresponde al capítulo argentino, integra, entre otros, a las figuras legendarias y románticas de Antonio Mamerto Gil Núñez -El Gauchito Gil- Juan Bautista Vairoletto, Olegario Álvarez “El Gaucho Lega”, Aparicio Altamirano, Pelayo Alarcón, Andrés Bazán Frías “El Mano o El Zurdo”, Francisco Cubillos, Juan Cuello, Santos Guayama, Pastor Luna, Julio y Pedro Barrientos y Juan Moreyra, arquetipos y personajes del alma popular, invocados, devocionados, admirados y cantados por el imaginario colectivo.
Mate Cocido en el chamamé
El territorio del Chaco fue en la década de 1930 un área “de frontera”, propicia para el bandolerismo, donde la organización policial era deficiente y las grandes compañías manejaban mucho dinero. Allí medró la banda encabezada por un joven tucumano, Segundo David Peralta (Mate Cocido), que se convirtió en un azote, especialmente para las empresas acopiadoras y madereras de capital extranjero, suscitando en contrapartida la adhesión de los campesinos.
Peralta era un joven formado en el medio obrero urbano, lector y simpatizante del anarquismo, que comenzó a tropezar con la autoridad por la persecución de un policía que le disputaba los amores de una muchacha, y fue detenido, muchas veces, por delitos menores en varias ciudades de provincia, antes de “echarse al monte”. La visión popular lo identificó con el aura de los clásicos matreros, según refleja un difundido chamamé de la compositora e intérprete Nélida Zenón:
“Esta es la historia de un gaucho bueno
que su destino lo castigó.
Formó su trío de bandoleros
con Zamacola y el Calabrés
y en los caminos y en los poblados
fueron temidos yaguaretés”.
El trío que menta la canción fue la primer banda con la que Mate Cocido inició sus asaltos en el Chaco. Un chamamé de Bosquín Ortega destaca los rasgos míticos que se atribuían vulgarmente al bandolero:
“Más allá de sus ojos bravos,
su frente cruza una cicatriz,
Mate Cosido, dice el paisano,
tigre ligero como perdíz.
Las comadres del monte dicen
que lo protegen con un payé,
le rezan mucho en sus corazones
a Zamacola y el Calabré.”
(Página 105)
El repertorio de cantares a Vairoletto es muy variado. Aparece en el chamamé del poeta chaqueño Bosquín Ortega como relator de la historia de Mate Cocido.
El monte fue un espacio privilegiado de refugio, como se observa en el chamamé Yaguá Perdíz, de Bosquín Ortega y Zitto Segovia:
“Mate Cosido, dice el paisano,
tigre ligero, como perdíz”.
“Las comadres del monte dicen
que lo protegen con una payé”. (Página 104)
YAGUÁ PERDÍZ
Chamamé
Glosa
Quiero cantar a un compadre,
a quien llamaron bandido,
sin justicia perseguido
pusieron precio a su cuero
Lo llamaron bandolero
por cuidar al oprimido.
Juan Bautista Vairoletto,
es quien éste canto cuenta,
ya soy polvo y osamenta,
pero sigo recordando,
porque estoy vivo y coleando
como el rayo en la tormenta.
Por eso, entre los humildes
su memoria nunca falta,
lo bendicen en voz alta,
porque el botín repartió
y al pobre nunca olvidó:
Segundo David Peralta.
---o---
Ayudáme a cantar, guitarra,
la historia de aquel valiente,
que el pueblo lleva guardada
sangre adentro de su gente. .
Ninguno jamás lo ha visto,
pero conocen de su valor,
un fantasma que tira Wincher,
monta a caballo y calza facón.
Más allá de sus ojos bravos
cruza su frente una cicatriz,
Mate Cosido, dice el paisano,
tigre ligero, como perdiz.
Las comadres del monte dicen
que lo protegen con un payé,
le rezan sus corazones
a Zamacola y al Calabré.
Muerde polvo la partida
cuando los perros le quiere echar,
porque el hombre les huele el paso,
ni la sombra se deja atrapar
Solo el viento sabe su huella
y alguna estrella su guarida:
sin más patria que los montes
anda con sus siete vidas.
Letra: Bosquín Ortega
Música: Zitto Segovia
MURAL EN UN BARRIO
El otro homenaje a Segundo David Peralta, alias Mate Cocido, lo resignificó Alfredo Fernández, artista plástico bonaerense, desde el barrio homónimo, en el ejido profundo y suburbano de Resistencia, a través de un mural basado en Yaguá Perdíz, el chamamé de Zitto Segovia y Bosquín Ortega; y en honor, también, de Claudio Hugo “Pocho” Lepratti, conocido como el Ángel de la Bicicleta, ejecutado a escopetazos de Itaka, por la policía santafesina, en Arroyo Seco, a 30 km de Rosario, en la crisis de Diciembre de 2001, y que murió, mártir, arriba del techo de un comedor barrial, al grito de “Hijos de p…, bajen las armas, que aquí hay pibes comiendo”. El mismo fue emplazado en el corazón del barrio, en memoria viva de Alberto “Tito” Tabares, docente, artista y militante, que testimonio su compromiso en comunión fraterna con los habitantes de la extendida barriada resistenciana
El muralista argentino, conocido en el país como Freddy Filete, por su trabajo en el arte de la filetería, de rotunda inserción popular, es reconocido en la provincia por diversos murales alegóricos de personajes de la mitología nordestina. Una muestra basta para botón: el frontispicio, lateral e interior de La Vaca Atada, presidida por San Expedito, y engalanada por una saga de figuras del imaginario colectivo.
En definitiva, dos distinciones: una, desde la academia: la otra, desde la intemperie.